La elección de Abraham como patriarca principal sigue el criterio Divino en la creación. O sea, escoger lo mejor para generar lo mejor. Principio fundamental en la generación de calidad. Semilla de calidad, frutos de calidad.

El patriarca de la nación de Dios necesitaba tener un carácter como el de Job: íntegro y recto, temeroso de Dios y que huía del mal. Diferente a los demás de su época.

El carácter de Abraham en relación con sus contemporáneos lo calificaba para servir como generador de la nación de la que el Hijo de Dios nacería.

A pesar de que su historia no registra ningún hecho milagroso extraordinario, su carácter testificaba a su favor, además de su fe.

Gran ejemplo de eso fue el rescate de su sobrino. En la ocasión, Lot había sido capturado y llevado cautivo. Abraham reunió a sus hombres más capaces, nacidos en su casa y persiguió a los cuatro reyes que habían prevalecido contra cinco reinos, donde estaba Lot.

Abraham no sólo venció a los cuatro reyes, sino que liberó a Lot y a los cinco reyes que estaban encerrados. Además, rescató todos las pertenencias robadas a los cinco reyes. Y como prueba de su carácter despojado devolvió todo a sus propietarios.

Todas las personas nacidas del Espíritu asumen la fe y, en consecuencia, tienen un carácter igual al de Abraham.

También su lealtad a Sara, incluso viviendo entre la corrupción del género humano, cumplía con el perfil para el proyecto del Creador. Ni la esterilidad de ella sirvió como motivo para interrumpir su amor, fidelidad y consideración durante todo el tiempo en que vivieron.

En la visión Divina, una persona capaz de amar, ser fiel y considerar a quien ve, también es capaz de hacer lo mismo con relación a Quien no ve.

El matrimonio de Abraham fue decisivo en su elección como Patriarca de la nación de Israel. Los dos necesitaban tener el mismo espíritu, la misma fe, el mismo objetivo.