Los hijos reciben como herencia genética el tono de la piel, la textura del cabello, la forma de los ojos e incluso los modales, gestos e inteligencia de los padres. Lo mismo sucede con el Padre espiritual. Nada que esté relacionado con el género, la apariencia, la etnia o cualquier otro rasgo palpable revela quién es Hijo de Dios -o no-, sino sus conductas, pensamientos, actitudes y convicciones.
Muchas personas que no conocen a Dios se identifican fácilmente porque llevan una vida de errores, sin ética ni consideración por los demás. Hay también, sin embargo, muchos que se creen engendrados por el Espíritu de Dios, pero destilan religiosidad, malos ojos, falta de carácter, pesimismo, rencor, mentiras, egoísmo, malos pensamientos, soberbia e ingratitud y estos se auto engañan.
Los verdaderos Hijos de Dios son aquellos guiados por el Espíritu de Dios (Romanos 8.14) y llevan Su ADN y características. Esta identidad no se puede forjar porque son las más íntimas intenciones y actitudes las que revelan esta Paternidad. Entonces, ¿cómo confirmar si alguien es realmente Hijo y heredero de las promesas del Altísimo?
El Obispo Júlio Freitas, en su blog, abordó el tema y aclaró que Dios no hace distinción entre personas, porque, ante Él, todos tienen la misma identidad y estructura espiritual. Por tanto, da igual quién hayas sido y lo que hayas hecho o dejado de hacer, porque, como observa el obispo, “haciéndote Hijo de Dios, te conviertes en Imagen de Jesús”.
Los hijos de Dios dan fruto
La Biblia describe en 1 Juan 2.6: “El que dice estar en Él, debe andar como Él anduvo”, es decir, el Hijo de Dios es capaz de reflejar la imagen del Padre, así como Su Unigénito, Jesús. “Cuando te conviertes en Hijo de Dios, tienes que exhalar el Perfume de Cristo y mostrar a Jesús en tu carácter y en tus actitudes. Si dices que caminas con Jesús, entonces debes parecerte a Él. Eres ‘un Jesús’ dondequiera que vayas: en casa, en el trabajo, en cualquier lugar”. dijo el obispo Julio.
Además, el Padre testifica quiénes son Sus Hijos, después de todo, Él sabe distinguir cuando hay cizaña entre el trigo. En la parábola contada por el Señor Jesús en Mateo 13:24-46, advirtió que la cizaña y el trigo pueden estar juntos, pero que el Dueño del campo sabe diferenciarlos. La apariencia de la paja es similar a la del trigo, sus raíces están plantadas en el mismo suelo con las mismas variaciones climáticas y consumiendo los mismos nutrientes. Allí, uno al lado del otro, a veces incluso entrelazados, la cizaña y el trigo crecen hasta que el tiempo revela quién es quién. Así mismo, muchos se creen hijos de Dios porque asisten a la iglesia, tienen buena conducta y hasta en parte obedecen lo que Él guía en Su Palabra, pero no fueron engendrados por el Espíritu. Si deseamos la Salvación del alma, ciertamente debemos tener la naturaleza de Dios.
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