La historia de Jacob representa mucho para todos los que nacieron en desventaja. Retrata a personas que nacieron sin privilegios económicos o de belleza, que siempre están un paso por detrás de la mayoría y no alcanzan sus metas.

Para empezar, Jacob nació aferrado al talón de Esaú, su hermano gemelo. Su nombre también tenía un mal significado: engañador, tramposo. Además, nació sin una estructura física fuerte, una cualidad muy importante en ese momento.

Jacob era un hombre inseguro, un engañador, un mentiroso. Incluso recibió la bendición de su padre, prosperó, pero mintió y engañó para obtenerla. No tenía paz consigo mismo

La salida del problema interno

El hijo de Isaac tenía todo para ser acomplejado y tramposo. Pero, afortunadamente, Dios siempre mostró una inclinación por los despreciados y débiles de este mundo y por eso lo escogió.

Jacob vivió principalmente huyendo de sí mismo, del mal carácter que desarrolló, porque pensó que la única forma de conseguir su lugar bajo el sol era haciendo trampa. Y en el momento en que estuvo a solas con Dios, aprovechó la oportunidad de ser un hombre nuevo.

Cuando estuvo dispuesto a vencer al viejo yo, su nombre y su historia cambiaron. Dios le dio el milagro del nuevo nacimiento.

Con eso, entendemos que ser un guerrero no es suficiente para ganar. Es necesario luchar aliado con el Altísimo para cambiar, primero, su interior. Hasta que Él no cambie su identidad, el verdadero milagro no sucederá.