Cuando se está viviendo sujeto al reino de este mundo, el diablo es el señor. La única
puerta de salida, y, al mismo tiempo, de entrada al Reino de Dios es cambiando de
señor. Eso depende de la entrega de la vida al Hijo de Dios. Rechazarlo significa
mantener la vida en el reino de las tinieblas.
Sin embargo, muchos que optaron por seguir y servir al Señor Jesús, con el tiempo,
terminan intentando conciliar a dos señores: al Señor y a sí mismos. Creen que la fe
recibida alcanza para ser dividida entre uno y otro.
Debido a eso, terminan fermentándose con el espíritu fariseo, se tornan hipócritas y se
transforman en profetas viejos.
Para los tales, el Señor Jesús dirigió estas palabras:
No todo el que Me dice: “Señor, Señor”, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de Mi Padre que está en los cielos. Mateo 7:21
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