Todo ser humano tiene un complejo de dios*. Unos más, otros menos, pero a todos nosotros nos gusta la idea de:
– hacer lo que mejor nos parece y entendemos sin darle explicaciones a nadie
– torcer principios y valores en beneficio propio; escapar mágicamente de las consecuencias de nuestras propias actitudes
– pensar que somos conocedores de todo y que no necesitamos a nadie que nos enseñe
– juzgar a todos los que no están de acuerdo con nosotros y exterminarlo con un rayo en una fracción de segundo…
Mientras no reconozcamos esa verdad sobre nosotros mismos y sometamos nuestras voluntades más oscuras al Único Dios de hecho, sufriremos. Y haremos sufrir a quien más amamos.
*Un dios en el sentido de “estar por encima de todo y de todos”, no en el sentido de bondad que normalmente atribuimos a
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