Un día conversando con mi padre, oí a Dios enseñarme algo de extrema importancia, que he practicado desde entonces.
Mi padre dijo que había orado a Dios para que colocara un guardia en su boca, en su mente, en sus oídos y en su corazón. Y me puse a pensar, ¿no sería esa la perfecta definición de temor a Dios?
Si Salomón hubiese pedido temor en vez de sabiduría, ¡habría tenido éxito hasta el fin!
Muchas veces pensamos que lo que nos falta es sabiduría, mientras que, en realidad, el temor a Dios por sí solo ya nos proporciona eso. 🙂
Muchos sabios han caído en tentación, justamente, por la falta de temor en los mínimos detalles como vanidades, orgullo, enemistades, malos ojos, envidia e incluso falsedad.