En sus mensajes, el obispo Macedo se ha referido constantemente a la importancia de tener una vida pura delante de Dios. Para evaluar nuestra conducta tenemos dos ejemplos opuestos: Caín y Abel.

Caín era agricultor y resolvió presentarle una ofrenda al Señor de forma espontánea. Pero no logró agradar a Dios, Él no la aceptó. El obispo señala que, a pesar de haber rechazado la ofrenda de Caín, el Señor no lo expulsó de Su presencia.

Abel, también presentó su ofrenda. La Biblia resalta que separó de las primicias de sus ovejas y de la gordura de ellas. O sea que no presentó cualquier oveja: “Él tuvo criterio, eligió lo mejor”, destaca el Obispo. Abel fue humilde y agradó a Dios, por eso su ofrenda llamó Su atención, mientras que la de Caín llamó la atención del Señor, pero para mal”.

Un hombre justo
Caín vio que su hermano agradó a Dios, entonces se enfureció y estaba con el semblante caído. “Entonces el Señor dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él.”, (Génesis 4:6-7).

Es exactamente eso lo que sucede con aquellos que ofrendan de cualquier manera: “Cuando una persona le ofrece a Dios una vida de pecado, Él no puede aceptarla, entonces la persona fracasa”, alerta el Obispo.

Abel era distinto, porque además de haberle ofrecido lo mejor a Dios, tenía un corazón puro y su carácter era recto, por eso, agradó a Dios. “Lo agradó tanto que fue tenido como un hombre justo”, señala el Obispo. Evalúe qué tipo de ofrenda le ha presentado a Dios y tome una decisión: Si quiere ser Caín o Abel. Elija bien y a partir de ese instante, vivirá en la justicia y en su casa habrá prosperidad y riqueza. Decida su vida, sea una ofrenda viva como fue Abel y será recompensado.