“El día que clamé, me respondiste; me fortaleciste con vigor en mi alma”. (Salmos 138:3)
Sabemos que el Santo de los Santos fue libre por el Señor Jesús para que tuviésemos acceso directo al Padre Celestial. Por eso, podemos clamar en cualquier momento para que Él nos atienda. Y solo de Él viene la fuerza de nuestra alma.