Cualquier texto carga consigo el espíritu del escritor. En los Salmos de David, encontramos el Espíritu que lo guiaba: El del Dios altísimo. Por eso, cualquier persona, independientemente de su religión, siempre encuentra en los Salmos, una palabra que satisface sus necesidades.

El Dios de Abraham, continúa hablando a los que tienen oídos para oír Su voz. Pero lo que es más importante en la lectura de los Salmos no es sentir el confort de sus mensajes, sino seguir, practicar y obedecer lo que se está enseñando. De lo contrario, aquella sensación de confort se va a convertir en desesperación y todo será en vano. No pierda el tiempo mirando la vida de los malos que prosperan, ni tenga envidia de sus conquistas, mejor cuide su propia vida.

Preocúpese por obedecer las enseñanzas del Espíritu de Dios y Él cuidará en corresponder con sus necesidades. Coloque esto en práctica inmediatamente, que Sus enseñanzas sean como semillas en la tierra. Seguramente traerá buenos frutos.

“No te impacientes a causa de los malignos, ni tengas envidia de los que hacen iniquidad. Porque como hierba serán pronto cortados, y como la hierba verde se secarán. Confía en el Señor, y haz el bien; Y habitarás en la tierra, y te apacentarás de la verdad. Deléitate asimismo en el Señor, y él te concederá las peticiones de tu corazón. Encomienda al Señor tu camino, y confía en él; y él hará. Exhibirá tu justicia como la luz, y tu derecho como el mediodía.”, (Salmos 37:1-6).