Entienda porque tener el Espíritu Santo es indispensable para saber lidiar con los desafíos y tribulaciones que surgen en el camino.

Los días malos llegan para todos sin aviso previo, como, por ejemplo, la muerte repentina de un familiar, el descubrimiento de una enfermedad, la pérdida de un empleo, el dolor de una traición o eventuales desastres naturales, como hemos visto en los últimos días. Son tragedias y fatalidades de las cuales nadie está inmune, pero baste imaginar situaciones de ese tipo para sentir una cierta agonía.

No da para escapar de los días malos de este mundo. La vida con Dios, diferente de los que muchos creen, no es un mar de rosa. Hay luchas y problemas, como alertó el Señor Jesús en su Palabra: «(…) en el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.» (Juan 16:33)

Delante de los vendavales de la vida, muchas personas se preguntan porque Dios permitió que ocurriese y hasta se rebelan contra Él. Quien tiene el Espíritu Santo, por otro lado, consigue enfrentar los desafíos con más fuerza en los momentos de dolor.

¿Por qué?

La persona que tiene el Espíritu de Dios no pasa por los desiertos de la vida sola, pues el Consolador le sustenta. Mismo que quede triste, ella no se desespera, no pierde la razón de vivir, sino que confía que el dolor pasará, que el problema será vencido, y mientras tanto, aprovecha para fortalecer su fe y confianza en Dios, al final, la fe no es apenas una herramienta de conquistas, sino también de defensa.

Después que la situación pasa, la persona se siente fuerte, con su fe en alto y usa la experiencia adquirida para ayudar a otras personas. Razón por la cual el apóstol Pablo justificó el permiso de Dios para los problemas en la vida del cristiano. «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios.» (2 Corintios 1.3-4)

Otro pasaje bíblico que muestra los días malos en la vida cristiana es el conocido Salmo 23, que dice: «El Señor es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores…» (Salmos 23:1-5)

Vea que en teoría ese salmo es muy bonito y conforta saber que Dios, el pastor, está en el comando, pero observe que existen las aguas tranquilas, luego las aguas que están revueltas, la mesa preparada por Dios, pero los enemigos delante de ella y aún el temido valle de sombra de muerte.

En la práctica, queremos apenas los verdes pastos, pero los días malos vienen para todos. Aquellos que tienen el Espíritu Santo, que usan la fe en Dios, no los enfrentará solo.

El Obispo Edir Macedo, en su blog, abordó la importancia de la fe en los momentos de aflicción y también citó el apóstol Pablo, que afirmaba cargar en su cuerpo las marcas del Señor Jesús (Gálatas 6:17) «La fe que Pablo tenía lo curó de las heridas causadas por la tribulación, angustia, persecución, hambre, peligro y espada. (Romanos 8:35) Para quien se mantiene en la fe inteligente y perseverante, sus heridas de hoy serán sus cicatrices (sus testimonios) de mañana» escribió.

Por eso, amigo lector, invierta en su comunión con Dios y, si aún no tiene el Espíritu Santo en su vida y está enfrentando luchas que humanamente no tienen solución aproveche este momento para buscarlo, pues es en los momentos de mayor dificultad que precisamos ser consolados. Sin el Espíritu Santo es imposible que sobreviva nuestra fe y vida cristiana