Decidí escribir sobre este tema porque es común oír constantemente a personas relatando que han tenido un llamado de Dios para realizar algo para Él en Su Obra. Entonces, pasan sus días suspirando para que sean elevadas a alguna posición dentro de su iglesia.

Sólo que no siempre ese llamado culmina en una nueva tarea de inmediato. Podemos ver esto en la vida de varios hombres del pasado que fueron elegidos por Dios, como José, Moisés, David, Pablo y tantos otros que fueron probados por la Palabra que recibieron.

Esto sucede porque el Altísimo ama a Su pueblo y por eso no lo entregaría en manos de personas sin compromiso o preparación. Si usted fue realmente elegido para la Mies, seguramente será sometido al período de preparación, pues son las enseñanzas de este tiempo que hacen al siervo eficiente para la misión que recibirá de Su Maestro.

Muchas veces, esos días, meses o años serán marcados por oscuridad, espera y soledad, porque la impetuosa voluntad humana necesita ser domada. Sepa que antes de usar a alguien, el Señor Jesús trabaja en el interior de esa persona de forma profunda e íntima. Al final, su carácter, sus valores, su temor, así como su confianza, dependencia, disciplina, perspectiva sobre el futuro y toda su vida particular necesitarán ser lapidados. Es claro que ese molde que agrega virtudes tan preciosas no se da en un proceso “inminente”.

Entonces, mientras tanto, alimente su deseo de servir, dedíquese con todas sus fuerzas a lo que está a su alcance. ¿Cuántas personas no se quedan soñando en servir en el Altar como pastor o esposa, pero en el atrio no dan los frutos que deberían dar? Se preocupan, con miedo del tiempo pasar, con recelo del pastor que las conoce irse, de ser olvidadas y tantas otras inquietudes que sólo las distancian del propósito divino.

Crea que inútil en el Reino no se quedará, porque todos los que se ponen a disposición de Dios reciben el privilegio de servirle. Por lo tanto, no pierda el ánimo, antes, renueve su fe y déjese ser moldeado interiormente.

Por último, permanezca dando frutos en lo que se le encomendó. Es decir, espere “trabajando”, pues Dios no llama a gente desocupada o indolente. Así fue con Moisés, que fue llamado cuando pastoreaba el rebaño de Jetro; con Gedeón, que sacudía el trigo; con Pedro, Andrés, Jacobo y Juan, que eran pescadores; con Mateo, que era un colector de impuestos, y así sucesivamente. Vivir para el Altar es un privilegio, pero atribuido de mucha renuncia y sacrificio.

Entonces, si usted no puede vencer hoy sus desafíos, ciertamente no vencerá las pruebas que vendrán en el futuro.