Los últimos sucesos alrededor del mundo, muestran la forma repentina en que se puede romper el delicado balance de la naturaleza. Los huracanes, las inundaciones y los terremotos alrededor del mundo, dejan en claro que algo le está sucediendo a nuestro planeta.

El cambio climático, ha generado catástrofes naturales que provocaron que millones de personas pierdan la vida.

Los huracanes en Estados Unidos y el Caribe, dejaron inundaciones y destrucción en 7,5 millones de hectáreas y más de 60 muertes. Por otro lado, en Bangladesh, India y Nepal se registraron inundaciones que dejaron 1200 muertes y millones han tenido que abandonar sus hogares.

Los terremotos en México, Japón, Nueva Guinea e incluso en nuestro país, en la provincia de San Juan; dejaron como saldo más de 300 muertes.

En México, miles se quedaron sin lugar para vivir, ya que decenas de edificios se encuentran inhabitables. En Argentina, el cambio climático, provocó que gran parte del país, 5,5 millones de hectáreas, estén inundadas por las lluvias. El resultado es la pérdida de un cuarto del total de la producción agrícola y ganadera.

Señales del fin

Para los que conocen la Palabra de Dios, todos estos acontecimientos son señales del fin de los tiempos. En su libro Estudio del Apocalipsis, el obispo Macedo afirma, “La esperanza de develar el misterio, ha empujado a los hombres más eminentes en la búsqueda de respuestas. Eso nos impide investigar, meditar y buscar en el Espíritu Santo la revelación de lo desconocido.

El paralelo entre los hechos mundiales y las profecías apocalípticas se ha estrechado a tal punto que no deja ningún margen de duda en cuanto al hecho de que ya estamos viviendo el período apocalíptico. Nuestro Señor dejó como aviso las siguientes palabras: ‘De la higuera aprended la parábola: Cuando ya su rama está tierna y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también nosotros, cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas.’, (Mateo 24:32). ‘Pero como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del hombre, pues como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dándose en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del hombre.’, (Mateo 24:37-39). Por lo tanto, el cristiano tiene que mantenerse alerta permanentemente y cuidarse para que el ladrón no robe la Salvación eterna. Las catástrofes que se abatieron sobre la Tierra, mostradas en el Apocalipsis, tienen el objetivo de preparar al mundo para la revelación visible del Señor Jesucristo. El libro de Apocalipsis prepara el camino para el Señor y Juez eterno, a quien Dios dio toda la autoridad y poder, tanto en los cielos, como en la Tierra.

Quien teme al infierno eterno y está dispuesto a hacer cualquier sacrificio para evitarlo, solo hay un camino: aceptar al Señor Jesús como Salvador y vivir en la práctica de Su Palabra. ‘Bienaventurado el que lee y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas, porque el tiempo está cerca.’, (Apocalipsis 1:3)”.