Era el año 1992. Pero precisamente, el 24 de mayo. El día que marcaría para siempre la historia y el ministerio del obispo Edir Macedo. “Es un shock muy grande, una agresión violenta. Solo quien ya estuvo detrás de las rejas puede explicar exactamente lo que significa”, dice el obispo en el fragmento del libro “El Obispo”, en el que cuenta su trayectoria de vida. En la obra, él relata con detalles cómo fue pasar 11 días encarcelado.

Las acusaciones eran charlatanería, curanderismo y estelionato. “¿Charlatán? ¿Curandero? ¿Por qué? ¿Por qué predico el poder de la oración por la fe? ¿Por qué predico lo que la Biblia enseña? ¿A quién engañe? ¿A quién ultraje? ¿A quién le hice mal? ¿Quién fue perjudicado por mi trabajo? ¿Quién?” – contestó él. Además de considerar indebidas las acusaciones, la indignación del obispo tenía otro motivo: el violento trato de los policías.

 

El momento de la prisión

En aquel mismo día, un domingo por la tarde, él salía de una reunión realizada en un templo de la Universal en Santo Amaro, en la zona sur de la capital paulista. Manejaba acompañado de la esposa, Ester Bezerra, y de su hija Viviane, que en esa época tenía 17 años, cuando varios móviles comenzaron a seguirlo y a ordenar que se detenga. Obedeciendo a la orden, el vehículo fue rodeado por policías fuertemente armados y lo detuvieron. Una escena que parecía más un secuestro que un arresto. “Fue una escena terrible. El pastor Laprovita Vieira venía en el automóvil de atrás e intentó evitar que lo llevaran. Hasta mostró su credencial de diputado federal. Los policías le tiraron la credencial, empujaron a mi marido dentro de uno de los móviles y salieron a alta velocidad”, cuenta Ester.

Sin ninguna explicación, fue puesto en un patrullero y llevado primero al Departamento de Investigaciones Criminales de San Pablo (Deic), y enseguida a una celda en el 91º Distrito Policial, en la Vila Leopoldina (foto arriba). “La Iglesia Universal tiene la misma doctrina hace 30 años, y ella crece en todo el mundo. Y, ¿por qué crece? ¿por qué las personas están siendo engañadas? ¿Son víctimas de estafa? La iglesia crece en países desarrollados y no sufre con preconcepto como en nuestro país” – argumentó el obispo. A partir de su arresto, comenzaría una rutina de interrogatorios, entrevistas, visitas de abogados y familiares. El primer pedido a su esposa fue una Biblia. “Yo no tendría fuerzas para soportar los días preso sin la Palabra de Dios. El ánimo que necesitaba estaba en lo que el Espíritu de Dios me iba a hablar en la lectura del Texto Sagrado”, confiesa el obispo Edir Macedo en su biografía “Nada que Perder 1”.

Movilización

La primera semana pasó y los miembros de la Universal iniciaban manifestaciones exigiendo la liberación de su líder. Los obreros, los pastores y los frecuentadores de la Iglesia organizaron hasta vigilias en la puerta de la delegación, que llegó a ser “abrazada” por los fieles en oración (vea al lado). Al ver la indignación del pueblo, la delegada de turno, Silvia Souza Cavalcanti, le pidió al obispo que grabara un mensaje para la radio para calmar los ánimos. “Solo le pido a las personas que forman parte de esta familia Universal del Reino de Dios que oren y hagan ayunos para que salga de aquí lo más rápido posible. Que Dios, en el momento justo, me libre y comulguemos juntos la fe cristiana. Quiero agradecer el cariño de todos en estos momentos difíciles. Cuento con las oraciones de cada uno. Muchas gracias”, dijo. El obispo tuvo que calmar y consolar a las personas en un momento en el que él mismo necesitaba apoyo. En la época, políticos, celebridades y líderes religiosos también demostraron apoyo y repudio a la prisión.

Enemigos

En la década de 1990 ya existían 4 mil templos de la Universal de norte a sur del país. Realmente, era un número impresionante, que le molestó a muchos “poderosos” de la época. “Yo tenía muchos enemigos. El clero católico, la Red Globo, la gente poderosa usada por ellos. Entendí el porqué de tantos ataques, realmente hay motivos para eso. La Iglesia Universal molesta. Nosotros asustamos. Nuestro crecimiento asustó a muchas personas en la época de mi prisión y continúa asustando hasta hoy”, revela en la publicación.

La prueba de ello, es que la presencia de esos enemigos fue constante desde el primer día de prisión. Cuando el obispo llegó a la delegación, ya había cámaras preparadas para registrar el momento. El mismo día, las imágenes aparecieron en un famoso programa dominical.

Otro momento extraño, fue cuando un padre asistió a uno de los interrogatorios, mientras hacía anotaciones. “En todas mis declaraciones, nunca se permitía la entrada de nadie, pero ese día había un padre. Y, además, el juez me hizo una pregunta poco importante para el proceso: quería saber si, con mi detención, había disminuido el número de personas en la Iglesia”, recuerda. “Al contrario, excelencia, aumentó aún más”, respondió.

 

Libertad

Mientras tanto, dos pedidos de habeas corpus ya habían sido negados y los abogados del obispo Macedo intentaban hacer otro intento. Una verdadera guerra judicial. En el proceso del tercer pedido de habeas corpus, Thomaz Bastos, abogado defensor, logró convencer a la fiscalía. Edir Macedo tenía buenos antecedentes, familia, residencia fija y nunca se negó a prestar declaración sobre las acusaciones, entonces no había necesidad de mantener la prisión preventiva. El argumento convenció al tribunal que por 3 votos a 0, decidieron liberar al obispo. “Estamos ante un caso en el que van a entrar en juego principios extremadamente importantes, como la intolerancia, el prejuicio, el conflicto entre las religiones, el principio de la libertad de culto. Cuestiones fundamentales para que Brasil construya realmente un régimen democrático”, declaro Thomaz Bastos, tras la victoria.

 

El 3 de junio, un miércoles, el obispo Edir Macedo fue liberado. Pero, antes de salir, tomó sus pertenencias, saludó uno por uno a sus compañeros de celda y les pidió a los pastores que distribuyan Biblias para todos, inclusive para los oficiales. Con la cabeza en alto, fue de la delegación directo al templo de donde había salido ese domingo antes de la detención (vea la foto de al lado). Era de noche y la iglesia estaba llena de fieles, pastores y obreros. El obispo subió al altar y dio un discurso hablando de lo que había vivido, habló sobre las acusaciones y testificó cómo la fe lo sustentó en medio de la tribulación.

Quince años después de lo ocurrido, en el testimonio dado para el libro “El Obispo”, el reflexionó sobre la razón de vivir días tan difíciles: “La prisión marcó mi vida. Yo no entendía en aquel momento, pero fue mi válvula de escape. Muchos esperaban que dejase la cárcel muerto, pero sucedió exactamente lo contrario. Es lo que repito todo el tiempo y es en lo que creo, está en la Biblia: Todo coopera para el bien de aquellos que aman a Dios.”

Comparta en las redes sociales.