Imagine está situación: una persona está en un lugar público y junto
a él hay un grupo de amigos. Empiezan a hablar y, de repente, uno de
ellos la mira. Entonces, apresuradamente, la persona llega a la conclusión de que es el asunto de la rueda.
Así es como funciona la mente de una persona que tiene una manía por la persecución. Ella cree que todo lo que pasa de malo en su vida fue
causado por alguien con malas intenciones.
La persona comienza a imaginar que todos los que le rodean conspiran
contra él este ha sido un comportamiento cada vez más común entre la gente. Y la raíz de esto es la victimización.
Cuando la persona se victimiza, entonces, obviamente, siempre hay un
verdugo, una persona que está ahí para maltratarlo. Y en el momento
en que la persona da a su mente esta orden de buscar la causa de su
sufrimiento, está listo. La mente no hará nada más. La mente es muy obediente.
Solo para ilustrar, puede hacer la prueba: proponer a su mente contar cuántos autos blancos pasan por una calle durante cinco minutos.
Cuando termine de contar, pronto notará que ni siquiera ha notado
otros colores de automóvil correctamente.
Esto se debe a que la mente se concentra en la orden que le das.
De la misma forma ocurre con la manía de persecución. La mente buscará al culpable de los fracasos, problemas y frustraciones. El problema con esta forma de pensar es que la persona pierde el control sobre su propio destino.
Es necesario asumir la responsabilidad de la vida entonces, la persona debe mirarse a sí misma y buscar constantemente mejorar. No para ser mejor que los demás, sino para superar los obstáculos personales.
Por esta razón, es importante que participe en las reuniones que se llevan a cabo en la Universal. Porque de esta manera, aprenderá cuál es la voluntad de Dios para su vida.
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