Culpar a terceros por sus errores perjudica diferentes áreas de su vida y puede hasta estancarla. Entienda cómo salir de este círculo que, para muchas personas, es vicioso, asuma sus responsabilidades y líbrese del peso al parar de hacer eso.

Desde los principios de la humanidad, el hombre intenta abdicar de la propia culpa, considerando que es mejor depositar la responsabilidad en otra persona en relación a algo que sucedió, que encarar las consecuencias de sus hechos.
Vea el caso de Adán, el primer hombre de la Tierra.
Conforme a lo descrito en Génesis 3:12-13, el transfirió la culpa de haber desobedecido una orden de Dios, al comer del fruto prohibido, para Eva, su compañera
(Génesis 3:12-13):
«Y el hombre respondió: La mujer que Tú me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí.
Entonces el Señor Dios dijo a la mujer: ¿Qué es esto que has hecho? Y la mujer respondió: La serpiente me engañó, y yo comí.»

Eva, por su parte, culpó a la serpiente y afirmó que fue engañada por ella.
De la misma forma, muchas personas están con innúmeros problemas causados por ellas mismas, pero no reconocen ese hecho. Ellas se absuelven de la culpa de haberse equivocado y, en vez de eso, culpan a todos a su alrededor y hasta a Dios. Ellas dicen frases como “mi vida está así porque Dios no me ama, Dios no me ve”.

Algunas, principalmente neófitas en la caminata de la fe, culpan al diablo por todo.
Es verdad, él es quien causa innúmeros problemas, uno de sus objetivos es destruir (Juan 10:10), sin embargo, es necesario considerar que lo que el hombre planta, lo cosechará, como está escrito en Gálatas.

Asuma sus errores:
Mientras la persona no asuma su culpa, la vida de ella no cambiará, tampoco aprenderá con sus errores. David, por ejemplo, cometió adulterio y homicidio, pero él reconoció su actitud y confesó a Dios.
Él se arrepintió, buscó el perdón y fue perdonado por Él, aunque no se libró de las consecuencias de sus hechos. En su blog, el Obispo Renato explicó que una persona que vive un problema, debe siempre preguntarse sobre lo que ella misma debe hacer al respecto y, en seguida, ejecutar lo que recibió de respuesta. Es necesario parar de justificarse.
Somos responsables por lo que pensamos, sentimos y por el modo en como reaccionamos a los que nos sucede.