Para que haya comunicación entre dos personas, es necesario que hayan coincidido en el elemento utilizado en la comunicación (palabra, gesto o dibujo) y más: es fundamental que este elemento tenga el mismo significado para ambos, de lo contrario, no hay comunicación, sino confusión.

Si miras la Biblia, verás que Dios escogió la Palabra para comunicarse con nosotros. El Señor Jesús era el mismo Verbo de Dios encarnado, que revela Su Voluntad de comunicar, como está escrito: “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito” (Juan 1:1).

Muchas personas tienen dificultad para comprender la Palabra de Dios y, a veces, pereza o incluso resistencia para escucharla, leerla y comprenderla. Hay quienes no quieren entender lo que Dios dice, porque saben que habrá que hacer algo al respecto. Así que simplemente ignora a Dios.

Hubo un período de 400 años de silencio entre el profeta Malaquías y el nacimiento del Señor Jesús. Dios ya había enviado profetas, ángeles y señales magníficas, hablando a su pueblo de diversas maneras, pero seguía siendo ignorado. Entonces ya no habló más, porque es muy respetuoso.

Por eso Jesús dijo: “el que tiene oídos para oír, oiga lo que dice el Espíritu”. Dios habla, pero no todos lo escuchan o quieren escucharlo y, después de muchos intentos, Dios no habla más y deja a la persona como quiere. Imagina a Dios diciendo: «Ya no te voy a dirigir la Palabra». Esto puede suceder no porque Él quiera, sino porque muchos lo ignoran persistentemente.

¿Has ignorado la Voz de Dios? ¿Has prestado atención a lo que Él ha estado tratando de decirte? ¿Has tratado de entender lo que Dios quiere decir? Todos corremos el riesgo de que Dios deje de hablarnos si ignoramos persistentemente Su Voz, por difícil que sea lo que Él dice. Peor que Su Palabra es Su silencio.