Mi hermana que empezó el programa, estaba siempre en contacto conmigo, para que yo pudiese mejorar.
¡Siempre aquella Big Sister! Ella sabía la lucha que tenía en hacer el programa, porque ya había pasado por eso. A pesar de que ella estaba en Texas, en aquella época, ella siempre me orientaba.
Y en una de esas semana, en que me llamó, me preguntó: “Vi, ¿cómo están siendo las reuniones del programa?” Hablé con ella sobre como estaban siendo, incluso porque había un tema que ella nos había pasado para que hagamos, pero no le gustó lo que vio sobre el tema. Entonces le dije que la esposa con más experiencia había dado los otros consejos. Cris enseguida detectó que aquellos consejos no eran del espíritu.
Y me llamó la atención: “¿Vi? ¿Qué estás haciendo? ¡Tú eres la mentora del programa! ¡No puedes dejar que eso pase! Tienes que tomar las riendas del programa. Estás como mentora del programa, ¡por qué tienes el espíritu para pasar! Y no puedes dejarte llevar, por verte inferior en términos de experiencia, en el programa. Tienes que estar en el espíritu y no en la carne, para estar sintiendo…”
Yo no me acuerdo exactamente de las palabras que Cris me dijo, pero fue así como las entendí. A partir de aquella llamada, yo tomé una decisión en mi propia oración con Dios, y hablé con Dios en defensa de la fe que Él me dio, que no aceptaría más estar en ese punto muerto de la fe. ¡Yo tenía que tomar el “cayado”!
Hasta antes de esto, yo había hablado con mi padre: “Padre, ¿no quieres poner a otra persona en el programa? ¿Yo cometo muchos errores?” (Mi intención en hablar con Él, era no avergonzar a nuestro Dios) Y Él me dijo: “Hija mía, lo que importa es el Espíritu.”
Y realmente, el programa no tenía un lenguaje de la iglesia, pero los temas hablaban mucho de la vida espiritual de la persona, incluso son decir Dios o iglesia. Y para estar en el programa, tenía que ser alguien que tuviese ese espíritu. No podía ser hecho como algo profesional, porque el Espíritu no se encuentra en la teoría, sino en la fe en acción. La fe obediente, y sólo quien vive activando está fe, para honrar a Dios, es quien puede experimentar el Espíritu en sus palabras. El espíritu de Dios trae vida, trae acción, también en la vida de la otra persona, que oye y acepta, para las cosas del bien.
Hoy, escribiendo sobre esto, ¡puedo entender! Dios es así, Él no asiste en nuestras dificultades para mostrarnos cuál es nuestro tipo de creencia en Él. Y también para que ejercitemos aquello que jamás ejercitaríamos, sino estuviésemos en desafío.
Más tarde, vinieron dos esposas nuevas más para participar del programa, y la otra, que no tenía paciencia, fue quitada. No porque yo hice algo, sino que el propio Dios la quitó.
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