El desierto fue el lugar elegido por Dios para comunicarse con Moisés, porque, sin las distracciones que lo rodeaban, fácilmente podía prestar atención a Su Voz. Allí, el Altísimo reveló Su propósito para Israel, pero un detalle de este encuentro resalta: Dios no reveló Su nombre a Moisés.

¿Sabes el motivo de esto?

Entienda:

“Y dijo Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y él dijo: Así dirás a los hijos de Israel: Yo soy me ha enviado a vosotros. (Éxodo 3.14)

Aunque Moisés estaba cara a cara con el Altísimo, no sabía Su nombre. Ni siquiera Abraham, Isaac o Jacob tuvieron conocimiento del verdadero nombre del Señor, pues este privilegio le sería dado a María y José por primera vez, con la venida de Jesús a la Tierra. Vea:

“Entonces el ángel le dijo: No temas, María, porque has hallado favor ante Dios. Y he aquí, concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús”. (Lucas 1,30-31)

María encontró gracia a los ojos de Dios y, por tanto, fue elegida para generar a su Hijo en su vientre por medio del Espíritu Santo. Y, para poder conocer Su propósito Divino, José también fue envuelto por el Espíritu de Dios, y así, ambos pudieron tener acceso al santo nombre del Señor: Jesús.

Qué significa eso:

El Espíritu Santo es el único responsable de revelarnos el nombre del Altísimo a nosotros, los seres humanos, no sólo literalmente, sino en la esencia de Su poder. Esto se debe a que la revelación y autoridad del nombre de Jesús pertenece a Sus hijos, es decir, a los que nacen de Su Espíritu.

Este es el propósito extremo del Ayuno de Daniel : revelar el nombre de Jesús a aquellos que son sinceros y deseosos de conocerlo.

Así que, si entiendes la importancia de este propósito, ¡no te lo pierdas! El Ayuno de Daniel dura 21 días, del 19 de noviembre al 10 de diciembre. Para obtener más información sobre cómo participar, simplemente haga clic aquí.