«¿No saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo que está en ustedes, el cual tienen de Dios, y que ustedes no se pertenecen a sí mismos?» 1 Corintios 16:9

Las Palabras del apóstol Pablo dejan claro: el cuerpo es un templo. Más que eso: es la casa del propio Espíritu de Dios.

¿Usted ha cuidado o agredido esa casa?
Como todo templo, el cuerpo también precisa de cuidados, de un buen mantenimiento para permanecer de pie y proporcionar comodidad, belleza y seguridad y ese cuidado pasa directamente por la alimentación.
Muy pocas veces un dicho popular fue tan cierto como aquel que dice: “usted es lo que usted come”. La alimentación es decisiva para tener salud.

Ella determina la composición química del organismo, proporciona las sustancias que él precisa para su estructura y su funcionamiento, toma lo que él precisa, genera energía e influencia la inmunidad, entre muchas otras funciones.

Generalmente, a todos les gustan las comidas más calóricas, y no siempre las más saludables – un rico churrasco, una gran hamburguesa, el sándwich caliente que atrae por su olor en la panadería. Sin hablar de las golosinas envueltas de gordura, sodio y azúcar consumidas frente a la televisión por largas horas.
Claro, precisamos calorías, pero en la cantidad adecuada, sin exageros que solo traerán problemas cardiovasculares, sobrepeso y otros males, principalmente si a la mala alimentación se suma el sedentarismo.

¿Cómo puede el Espíritu Santo habitar en un templo que está todo el tiempo a punto de destruirse?
Conforme recuerda el obispo Julio Freitas en su blog “pensar en la alimentación diaria es una inversión tanto en la salud física, como en la espiritual, pues demuestra el celo para con el Templo del Espírito Santo. Por eso, corte las calorías innecesarias de su dieta.
Evite comidas muy condimentadas o con grasas. Aléjese de las bebidas alcohólicas, de los refrescos y de la comida rápida.
Elimine los alimentos ultraprosesados de sus comidas.»

UN DESAFÍO SOLAMENTE PARA LOS DISCIPLINADOS.

Alimentarse bien exige disciplina y persistencia.
Infelizmente, los alimentos más calóricos y nocivos a la salud son los más apetitivos a la vista, al olfato y al paladar. Es triste ver la falta de celo que las personas tienen con algo que pertenece a Dios.

El cuerpo que estamos usando debe ser cuidado con dedicación.
Manténgase disciplinado y celoso en su alimentación. Y usted descubrirá cómo es compensador cuidar del Templo del Espíritu Santo.